Lo realmente importante...

Este es un tema tan sensitivo y complejo, hilado a la percepción de cada quien y su experiencia.    A mis 33 años puedo decir que mi vida ha dado un giro en prioridades, aun cuando no puedo negar que añoro ciertas cosas del pasado.   Y precisamente al comentarle con tristeza a uno de mis grandes amigos la nostalgia que me da al pensar en lo que fue y ya no es, recibí una gran lección.  Por lo cual debo decir:  GRACIAS y mil veces GRACIAS Enrique Ho.
 
 
 

He tomado decisiones con las que he cambiado satisfacción personal por realización familiar.     No me arrepiento de aquellas decisiones pero he tenido episodios en los que me pregunto y que tal si…  me invade la duda y un poco de tristeza.   

A mis veintitantos tuve la oportunidad de desarrollarme en un medio competitivo, acelerado, intenso. Me apasionaba llevar ese ritmo. En ese momento tenía en lo más alto de la escala de prioridades el desarrollo profesional. Al nacer mi primer hijo empecé a resentir el costo de llevar un ritmo como ese, lloré semanas antes de reintegrarme de la licencia de maternidad. Como bienvenida, el primer día de trabajo eran las 7pm y aún estaba trabajando. Me fui al baño y empecé a llorar. Supe que era hora de buscar una opción en la que pudiera tener un balance. Dios me bendijo con una oportunidad en la que obtuve ese balance tan añorado. Pero como todo ser humano complejo (y peor si eres mujer jajajaja) vivía mirando atrás y extrañando esa pasión que sentía en aquellos tiempos.
Y es ahí donde entra mi amigo y me dice: La vida se trata de ser feliz con las decisiones que uno tome. 
 
 
Comparo mi sentimiento con lo vivido por otro gran amigo, Douglas. El se enamoró de una bicicleta, para mi concepto de mujer que no es ciclista, está demasiado cara. Para él esa bicicleta no representaba un valor monetario, sino la realización de un sueño. Como decía él: “es ahora o nunca”. ¿Cómo no entenderlo? Sin embargo, esa decisión tiene trasfondo independientemente del valor monetario. Este deporte representa horas de su tiempo libre, sacrificando directa o indirectamente tiempo de familia. Y es que digo, comprando un monstruo de bicicleta lo más lógico es darle el mayor uso posible, y ni se diga de todos los accesorios extras que requerirá. Aún cuando su sueño no ha muerto, él después de meditar y consultar tanto con su esposa y amigos, no ha comprado la bicicleta.
 
 
 
SÍ, es cierto, a veces nos toca morir nosotros para que viva nuestra relación de pareja, nuestros hijos, nuestra familia. 
 
 

Debemos preguntarnos qué es lo que realmente queremos en la vida. Ser exitoso, admirado y respetado por muchos, pero ¿desconocido en tu hogar?  ¿Es más importante la realización personal o profesional que la familiar?  
Hemos sido educados para obtener reconocimientos sociales, nos respetan si somos un profesional de gran trayectoria.   ¿Le damos el mismo valor a un gran padre/madre y esposo/a.   ¿Es más frustrante un fracaso profesional o un divorcio?   ¿Vale más brillar como ejecutivo que tener hijos que te amen por lo que has representado para ellos?  
Cuando nos enfocamos mucho en un aspecto, lamentablemente descuidamos otro, y por lo general suele ser la familia.    Uno es irremplazable únicamente en la familia, e irónicamente no le damos esa importancia en esfuerzo y tiempo. Todas las decisiones que tomamos en la vida, impactan nuestra familia.
Y no se trata de renunciar a tus gustos, a lo que te apasiona, sino de buscar el equilibrio. Este concepto básico aplica para todo: trabajo, deportes, amistades, hobbies.    
Que ninguno de estos aspectos compita con tu familia... lo realmente importante    
 
 

 





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